martes, 8 de enero de 2013

La adolescencia: ¿poder o autoridad?


Adolescencia proviene del latín adolescere que significa ‘crecer’, y no tiene el mismo origen que la palabra adolecer, en contra de lo que muchos piensan, que implica una falta o carencia. Es un periodo de cambios fisiológicos muy intensos, del descubrimiento de la propia identidad, autonomía y de discriminación de los afectos. Durante la adolescencia, se comienza a sentir la necesidad de separarse de los padres y a buscar referentes propios al margen de los mismos. Es una época difícil, no solo para adolescentes sino también para sus padres que pueden  encontrarse ante situaciones que les llenan de incertidumbre, preocupación e impotencia.

Para tratar de pensar como se llega a estas situaciones, distinguiré dos conceptos: poder y autoridad. Según Wagner Eduarte, que se basa en definiciones del mundo de la empresa, la autoridad es el derecho que otorga un rol para tomar decisiones que afectan a otros; mientras que el poder es la capacidad que otorga un recurso para tomar decisiones que afectan a los otros. La autoridad suele estar legitimada por la experiencia, el conocimiento, etc. Por ejemplo, decimos que tal persona es una autoridad en una materia. El poder estaría vinculado a los recursos, por ejemplo, la fuerza bruta o el dinero. Y todos sabemos que los recursos… se agotan.

La autoridad implica un trabajo, se va construyendo en una relación, y su resultado es la  influencia sobre la conducta de los otros. El poder se basaría más en el miedo o la recompensa.

En el caso de los padres, dicho de una forma muy simple, la autoridad nunca se pierde. Pero ha de construirse y, esta construcción ha de adaptarse al crecimiento de los hijos y a las peculiaridades de cada uno.

Los padres tienen a su alcance las dos herramientas: el poder y la autoridad y el manejo de los mismos ha de alcanzar un equilibrio que les permita estimular a sus hijos en su crecimiento.

Lo que se produce en cualquier conflicto es una diferencia de opiniones y lo que ha de resolverse es esa diferencia. Para ello, puede ser útil seguir algunas pautas que sentó la escuela de Harvard para la resolución de conflictos:

 -         Separar a las personas del problema: sería no personalizar, no incidir en el pasado sino en el futuro. De nada servirá recordar todo lo que se hizo mal en el pasado. Además, los errores suelen ser una oportunidad para el aprendizaje.

-         Concentrarse en los intereses y no en las posiciones. Detrás de una posición  siempre hay un interés que, seguramente, pueda satisfacerse de varias maneras.

-         Inventar opciones en beneficio mutuo: es posible satisfacer las demandas de manera que se puedan satisfacer los intereses de todos.

-         Insistir en utilizar criterios objetivos. Esto pasa por evitar la manipulación emocional. Hablar con claridad de las reglas y de sus consecuencias.

 También hay que tener en cuenta que las emociones que embargan tanto a los padres como a sus hijos en estos conflictos son muy potentes y es importante reflexionar sobre el modo en que están afectando a nuestra conducta o sobre lo que decimos. El miedo o la angustia presentes en estas situaciones pueden estropear cualquier diálogo encaminado a lograr un buen acuerdo. Reconocer estas emociones y hacerse cargo de ellas es un paso importante previo a cualquier acción o decisión. Tomar conciencia de hasta que punto nos asusta no saber en dónde están nuestros hijos o el miedo de estos a perder los lazos con sus amigos, puede ayudarnos a recuperar la serenidad necesaria para el diálogo.

 Por mi parte, también apelo a la paciencia y a la perseverancia. Roma no se construyó en un día, dicen…

2 comentarios:

  1. El Método de Negociación de Harvard aplicado a la educación ... no es algo que suela figurar en los libros de pedagogía que tenemos en casa ... pero por qué no? Sobre toda aquello de separar las personas del problema me parece algo clave. No es lo mismo decirle a un adolescente "qué malo que eres" que "qué mal estás tratando a tu hermana"

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    1. Gracias por tu aportación Christian. Pones un excelente ejemplo de como podemos comunicarnos de una forma más efectiva frente a pequeños conflictos cotidianos.

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