Adolescencia proviene del latín adolescere que significa ‘crecer’, y no tiene el mismo origen que la palabra adolecer, en contra de lo que muchos piensan, que implica una falta o carencia. Es un periodo de cambios fisiológicos muy intensos, del descubrimiento de la propia identidad, autonomía y de discriminación de los afectos. Durante la adolescencia, se comienza a sentir la necesidad de separarse de los padres y a buscar referentes propios al margen de los mismos. Es una época difícil, no solo para adolescentes sino también para sus padres que pueden encontrarse ante situaciones que les llenan de incertidumbre, preocupación e impotencia.
Para
tratar de pensar como se llega a estas situaciones, distinguiré dos conceptos:
poder y autoridad. Según Wagner Eduarte, que se basa en definiciones del mundo
de la empresa, la autoridad es el derecho que otorga un rol para tomar
decisiones que afectan a otros; mientras que el poder es la capacidad que otorga
un recurso para tomar decisiones que afectan a los otros. La autoridad
suele estar legitimada por la experiencia, el conocimiento, etc. Por ejemplo,
decimos que tal persona es una autoridad en una materia. El poder estaría
vinculado a los recursos, por ejemplo, la fuerza bruta o el dinero. Y todos
sabemos que los recursos… se agotan.
La
autoridad implica un trabajo, se va construyendo en una relación, y su
resultado es la influencia sobre la
conducta de los otros. El poder se basaría más en el miedo o la recompensa.
En
el caso de los padres, dicho de una forma muy simple, la autoridad nunca se
pierde. Pero ha de construirse y, esta construcción ha de adaptarse al
crecimiento de los hijos y a las peculiaridades de cada uno.
Los
padres tienen a su alcance las dos herramientas: el poder y la autoridad y el
manejo de los mismos ha de alcanzar un equilibrio que les permita estimular a
sus hijos en su crecimiento.
Lo
que se produce en cualquier conflicto es una diferencia de opiniones y lo que ha
de resolverse es esa diferencia. Para ello, puede ser útil seguir algunas
pautas que sentó la escuela de Harvard para la resolución de conflictos:
- Concentrarse en los intereses y no en las posiciones. Detrás de una posición siempre hay un interés que, seguramente, pueda satisfacerse de varias maneras.
- Inventar opciones en beneficio mutuo: es posible satisfacer las demandas de manera que se puedan satisfacer los intereses de todos.
- Insistir en utilizar criterios objetivos. Esto pasa por evitar la manipulación emocional. Hablar con claridad de las reglas y de sus consecuencias.
El Método de Negociación de Harvard aplicado a la educación ... no es algo que suela figurar en los libros de pedagogía que tenemos en casa ... pero por qué no? Sobre toda aquello de separar las personas del problema me parece algo clave. No es lo mismo decirle a un adolescente "qué malo que eres" que "qué mal estás tratando a tu hermana"
ResponderEliminarGracias por tu aportación Christian. Pones un excelente ejemplo de como podemos comunicarnos de una forma más efectiva frente a pequeños conflictos cotidianos.
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