sábado, 15 de septiembre de 2012

La ayuda de un mediador


Los problemas con la pareja, los hijos, padres y familiares cercanos en general producen sentimientos de malestar muy variados. Sensaciones de fracaso, de verse desbordado por las circunstancias, de incapacidad para afrontar lo que pueda suceder, de incertidumbre ante el futuro, pueden ser algunas de las que asaltan a cada persona de forma más o menos intensa en función de su situación y de sus expectativas de futuro.

Es curioso observar que cuando las cosas nos van bien, solemos mirar retrospectivamente nuestra vida en positivo y pensar que todo aquello que hicimos o sufrimos a lo largo de la vida nos sirvió para llegar al bienestar que sentimos en el momento actual. En cambio, cuando estamos sufriendo por alguna cosa, esa visión retrospectiva, tiende a poner de relieve errores, fracasos y otras cuestiones que nos hacen sentir aún peor.

El mediador tiene una formación que le permite comprender y tener en cuenta estos avatares de la vida anímica, y su labor consiste en acompañar a las personas en este difícil trance, ayudándoles a manejar todas las cuestiones que les preocupan en momentos de crisis personal y a llegar a acuerdos con todas las personas involucradas en el problema con el fin de abordar un futuro con menos incertidumbre.

El mediador va a intentar que cada persona involucrada pueda tratar cada una de sus inquietudes en relación al problema y asegurarse de que es escuchado por las otras partes.
La experiencia nos demuestra que, a pesar de las dificultades, se llega a acuerdos satisfactorios para las partes. Su implicación en la resolución de estos problemas les hace sentir más fuertes y capacitados para afrontar el futuro.

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