Pequeños desacuerdos entre los padres son normales en lo
relativo a la educación de sus hijos. Han de ser conscientes de que los hijos
se aprovecharán de esta circunstancia para obtener lo que se proponen. Por ejemplo,
si la madre es más permisiva con los horarios, el hijo esperará una ausencia
del padre para conseguir el permiso para una salida. Este oportunismo de los
hijos, también tiene como consecuencia un aumento de los roces entre la pareja,
cuando el otro se da cuenta de lo que ha ocurrido. Esto dificulta la asunción
de los límites por parte de los hijos.
Ante una situación de alta conflictividad entre los padres
(separados o no) las consecuencias para los hijos son más graves. Si los
padres acostumbran a manifestarles abiertamente sus desacuerdos les provocarán
conflictos de lealtad al obligar a optar por uno u otro. Esta circunstancia
provoca en los niños sentimientos de culpabilidad, vergüenza y una baja
autoestima que les quitará mucha energía que podrían dedicar a otros asuntos
propios de su edad. Carecerán de modelos
positivos para la resolución de conflictos lo cual puede propiciar que tengan
conductas violentas cuando se enfrenten a sus propios desacuerdos con sus
padres, hermanos u otras personas. Les puede asentar una identidad frágil:
manipulables o manipuladores, con falta de empatía y compasión hacia el
sufrimiento ajeno.
El diálogo entre los padres y llegar a acuerdos en los temas que atañen a
sus hijos es una premisa fundamental para mantener una actitud coherente que les
permita desarrollarse en un entorno de estabilidad. Horarios de estudio y de
ocio, actividades extraescolares, manejo del dinero, colaboración en las tareas
de la casa, etc. son asuntos que deben ser tratados siempre que sea necesario
para llegar a aquellos acuerdos que permitan que los hijos asuman las normas y
el sentido de la responsabilidad necesarios a lo largo de su niñez y juventud.
Además, se les transmite una forma de resolver los desacuerdos a través del
diálogo.
Cada progenitor en una situación de alta conflictividad con
su pareja tenderá a pensar que todo lo que hace para sus hijos es mucho mejor
que lo que propone el otro. Pero deberían tomar conciencia de que su desacuerdo
es, probablemente, una de las cosas más perjudiciales para sus hijos.
Los mediadores tienen la formación necesaria para ayudar a
parejas en situaciones de alta conflictividad. La intervención de un tercero
ayuda a los padres a tratar todos sus conflictos con el nivel de detalle que
sea necesario y llegar a acuerdos para tener pautas de actuación compartidas.
El mediador les ayudará en este proceso y además, normalmente, los padres adquirirán
a lo largo de la mediación las habilidades que les permitirán negociar por sí
mismos los sucesivos cambios que necesariamente ocurrirán debido al
crecimiento de sus hijos.
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